sábado, 2 de abril de 2016

Cofre de pájaro muerto

Cofre de pájaro muerto
En ese lugar aprendí
lo que era escribir
removiendo las cenizas del comal.
Armando Salgado
Calle Pueblita esquina 16 de Septiembre», p. 33)

Cofre de pájaro muerto (UNAM, 2014) es un poemario de Armando Salgado (Uruapan, Michoacán, 1985) donde el texto es una corteza infinita sobre la que navegamos y nos desgastamos en un mar de dudas. 

            Casi podemos decir que cada libro de Armando Salgado gana un premio: Liturgias (Premio Michoacán de Literatura Ópera Prima de Poesía 2011), Variaciones de una vida rota (Premio Michoacán de Literatura Ópera Prima de Narrativa 2011), Corvus Suvroc (Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2011), Azogue Suite (Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos 2012), Estancia de ánimas (Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2013), Casa de Adobe (Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela 2014) y Hontanar (Premio Michoacán de Poesía Carlos Eduardo Turón 2015). Felizmente, aún hay más obras que galardones.          
            Cofre de pájaro muerto es el número 14 de las Ediciones de Punto de Partida. Vio la luz once días antes del fin de 2014 y le sigue a Arcadian Boutique, de Mara Pastor. Casualmente, ambas obras tienen puntos en común que iremos comentando teniendo en cuenta la importancia de Salgado en la poesía mexicana contemporánea.
Experimentación visual
(¿sirviéndose del alfabeto griego?)
            Salgado es «uno de los mejores poetas de su generación», según Balam Rodrigo. Este crítico y también poeta, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2014, firma la contracubierta con las siguientes palabras: «Cofre de pájaro muerto está escrito con la hoz de un lápiz –vértebra de árbol, colmillo de can onírico, relámpago de grafito− y nos revela un personalísimo bosque de sílabas donde ethos y poiesis confluyen para dar lugar a otra forma de ver el mundo y reclamarlo con lúcida y múltiple voz». 
            Este libro está formado por dos partes, la que da título a la obra «I. Cofre de pájaro muerto» y «II. La fuente, donde un relámpago tirado yace», sirviéndose de unos versos de Óscar de Pablo. A su vez, la primera de estas congrega tres poemarios: «1. Árboles ciegos», «2. Cuaderno de Anís» y «3. Cherán: Todos los árboles del mundo»; y la segunda, cuatro: «4. Melancolías», «5. Desvelo del espectador», «6. Biografía del mar en tono sepia y un cuadro desbordándose» y «7. Especies endémicas».
            «1. Árboles ciegos» recuerda al centenario Rubén Darío de «Dichos el árbol que es apenas sensitivo» o al Octavio Paz de Árbol adentro, pero también a los ángeles de Homero Aridjis y Vicente Quirarte. La página alberga el vacío, es decir, los silencios. Dos puntos pueden llevar a un blanco roto por una nota al pie de página que dice «Desaparecen» (23).
            «2. Cuaderno de Anís» es el poemario que más se parece a Arcadian Boutique de Mara Pastor, de modo que pensamos en un hilo conductor que atraviesa Ediciones de Punto de Partida. El tono autobiográfico (cfr. 29) reflejará la influencia que el abuelo tiene en Salgado. El haiku (cfr. 30) de José Juan Tablada o el relámpago (cfr. 31) de José Luis Rivas revalorizan la luz de lo breve.
            «3. Cherán: Todos los árboles del mundo» alaba la aldea sin menospreciar la corte (cfr. 39). Mediante formas más extensas, vemos imágenes oscuras y punzantes (cfr. 42), como en el indispensable Francisco Hernández. Sin embargo, la alteridad no será un recurso todavía.
            «4. Melancolías» abre la segunda parte de este libro donde el güisqui (con perdón) es sangre (cfr. 54). Destacan las relecturas de la tradición (cfr. 57) y su poética implícita (cfr. 58). El exergo de Christian Peña (uno de los poetas más importantes de la generación de Salgado –además de Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2014−) resume los rasgos de quienes escriben y nacieron en los ochentas (que dirían en México): «Contar del miedo la belleza» (59). A este respecto reflexiona Salgado desde lo poético: «Algunos describen esta generación/ y no hacen otra cosa que vernos como perros ciegos» (58). El poeta michoacano observa el fluir poético y nos lleva a la desembocadura de estas lagunas eternas y alternas.
            «5. Desvelo del espectador» incide en la impureza blanca que expulsa O. Sacks (cfr. 77) a modo de diario (cfr. 80). Los animales cobran significados urbanos (cfr. 71 y 79), tal como veíamos en Mara Pastor.
            «6. Biografía del mar en tono sepia y un cuadro desbordándose» homenajea a Richard Dadd (cfr. 85 y 89) o a Jeremías Marquines (cfr. 83 y 87), entre otros referentes; tal como Daniel Téllez hizo con Raúl Renán. Salgado se dirige directamente al lector (cfr. 88), estableciendo así una complicidad inductiva.
            Por último, «7. Especies endémicas» cuenta con tres textos: un epitafio (cfr. 95); una máscara, ahora sí, kafkiana (en el mejor sentido de esta manipulada expresión) poética (cfr. 96-98); y un epílogo titulado acertadamente «No conclusión» (cfr. 99), pues la literatura vive la muerte. El poema «0» es ley de vida: «A veces me encuentro enterrado entre plantas. Mi lengua es tierra y agua en el tronco de un cementerio. […] Soy un cuaderno con determinado número de páginas» (95). El resto de páginas las ponemos los lectores, siguiendo así el signo en rotación que circunda Alejandro Higashi en PM / XXI / 360º. 
            Como no podía ser de otro modo, Cofre de pájaro muerto recibió el Premio Joaquín Xirau  Icaza 2015Tanto el poemario de Pastor como el de Salgado están disponibles en la opción «Descargables» de la página web de la UNAM. Otros recientes repositorios que tratan de resolver la pobre difusión editorial son Centro de Cultura Digital«Poesía Mexa»: Archivo de poesía (1940-2016). Son cofres de pájaros todavía vivos.


            Armando Salgado agrieta la realidad naturalmente en su discurso ri(sueñ)o y cupatitziano. Los omnipresentes y necesarios juegos de palabras le sirven al poeta para «creer y crear» (96). Además, de recuperar una tradición literaria y cultural que no entiende de fronteras, el autor de Cofre de pájaro muerto revive y defiende términos, a priori, anacrónicos o desconocidos, e incluso mexicanismos (cfr. 43).
            En definitiva, sus versos con ramas frágiles y cortas que se quiebran, pero no se doblan.

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