domingo, 5 de febrero de 2017

Daniela Sol

Daniela Sol
La córnea de la memoria
no es metáfora encarnada.

Para mí México significa un desapego hacia mis prejuicios, un aprendizaje tremendo.
Daniela Sol

Podríamos decir que Daniela Sol es una poeta mexicana de Chile, una escritora que vertebra una tradición literaria de América. Acaba de publicar Postales y Espejismos (Helena Ediciones, 2016). Lo comentaremos junto a Sonidos errantes (Xaleshem, 2014). Además, aprovecharemos la amistad de Daniela para hacerle algunas preguntas al respecto.

            Daniela Sol (Talca, 1983) es poeta y artesana. Se formó en pedagogía, es magíster en Estudios latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctorante en Literatura hispanoamericana por la Universidad de Alicante. Quizá pronto podamos disfrutar de su obra en este otro lado de la lengua salada.
            Sonidos errantes está dedicado «A Ludwig Zeller, por enseñarme las vocales» (4), a quien se le escucha, sobre todo, en el poema que Daniela le dedica a poeta surrealista y artista visual chileno que radica en México (cfr. 40-41). Como artesana, su ópera prima tiene las páginas impares a la izquierda.
            El preámbulo de Enrique de Santiago, titulado «La fuente inasible de la palabra», explica la importancia de las vocales para las dos tríadas silábicas que dan título a este poemario (cfr. 25). Asimismo, se establece una poética que continuará en Postales y Espejismos: «Daniela conjuga y confronta […] la realidad y el delirio, la surrealidad opuesta a una mirada lúcida, el sueño y la vigilia» (15). Tal dualidad clásica viene renovada por los temas y el lenguaje de la actualidad; además, su poética está visible y sonoramente enriquecida por el surrealismo que la poeta viene trabajando en su tesis doctoral.
            Leer a Daniela es ver el mundo y la poesía a la vez. Su precisión no está exenta del humor, ácido vital. Ejemplos de ello son «Cum laude» (cfr. 48-50) o «Partículas Innecesarias» (cfr. 22-23). Veamos tres versos de este último poema: «La academia, madre estricta/ del conocimiento empapelado, alimenta a sus hijos/ constipados de un ego voraz y rojo» (22). ¿Qué ventajas tiene la poeta que es académica? ¿Y la «academia reseca» (49)? ¿Se enriquecen ambos oficios? ¿Se complementan? En su poesía atiza a esas figuras marmóreas y sempiternas que ni escuchan ni miran. Así termina el poema al que nos referíamos:

Mi poética, profesores, es sólo
esta respiración,
ese ese «poder observar
con el otro ojo
el canto profundo de los días» (23).

Esta respiración no se acelera, aunque es la de alguien que palpita con y por el resto. El canto es un sonido y es un límite que (tras)pasar. Estos paréntesis serán foco en «Perséfone»: «mi vida (re)clama por/ luces inquietas/ y espejos flotantes» (24). Hay textos de Daniela que ya son un poema en su título:

Desapego
       Apego
            Ego
               Go (28)

Aquí el sujeto se enfrenta al objeto (que es el subtítulo de Sonidos errantes): «2190 amaneceres/ 72 bolsas de té» (28); y llega a la conclusión socrática: «No soy nada» (29). Aunque esto no es lo único que sabe. En este (des)conocimiento, sorprende el ritmo que marca la agudeza de «No sé…» (cfr. 46).
            El poema «Glasses», breve, nos recuerda, si pensamos en la filmografía, a las cuencas de Luis Buñuel o al verbo de Eliseo Subiela: «Qué ganas de quitarte/ esos vidrios tricolores/ Introducir mi lengua áspera/ por tus ojos de arena/ Y volar….» (30). La suspensión final recoge la puntuación del resto de versos. Los ojos y la boca serán fundamentales para aprehender estos Sonidos errantes «cada madrugada de sal» (35).
            Tal como ocurre en Mara Pastor (San Juan, Puerto Rico, 1980) o Armando Salgado (Uruapan, Michoacán, 1985), poetas coetáneos a Daniela, el tono autobiográfico resuena casi tanto como el de los referentes literarios y culturales. Ejemplo de ello es «Remembranza» (cfr. 43), dedicado a sus padres. En el otro extremo (o no), en el poema «Sueñoneto» (cfr. 45) oímos un canto onírico desde la forma clásica de la poesía.
Las ilustraciones en ambos libros son
de Daniela Rodríguez. Esta pertenece al
primero, de 2014 (pág. 27)
            «Transbordando en Ermita» (cfr. 55-56) me parece uno de los mejores textos de Daniela Sol. Es plástico y se aferra a la sensación de soledad masificada que todos alguna vez hemos sufrido (¿o gozado?). Mediante una cuidadísima voz, llena de imágenes, metáforas y horror (sur)real (los rasgos que señalamos en Daniela), el poema es reflexión e ímpetu. Este elogio o crítica del metro podría haber sido escrito durante el transbordo de la línea 2 a la 12 (o al revés) del suburbano mexicano. Pero no podría ser obra de cualquiera. De ahí que su poética sea distinta. Al leerla sufrimos con ella esta famosa estación de metro, presente incluso en memes de Facebook. A pesar de esta banalización, existe una reflexión de la condición humana. Puesto que Sonidos errantes sugiere sin necesidad de más palabras que las de la poeta, seleccionamos tres pares de versos (el inicio, el medio y el final; la separación, la iniciación y el retorno, diría Arnold van Gennep):

El olor a pescado enmudece
mi garganta.
[…]
de este túnel
de escamas pegajosas?
[…]
Desaparece en mi lengua
de hierro (54-55).

Este ciclo anfibio concluye con el «Intervalo» (cfr. 58-59), a su hijo; y «Regreso» (cfr. 62-63), donde se reúnen las que podrían ser las claves de Sonidos errantes (y de Daniela Sol): «el Tarot, el Sol, el Ermitaño» (62).
            En Postales y Espejismos la imagen ilustra estos sonidos, agrupándolos en realidad y ficción, real o surreal. El «Preludio», de Paola Susana Solorza, nos aclara que «la poesía irrumpe en la cotidianidad con la fuerza de lo inesperado» (11); mientras que Dámaso Rabanal Gatica estudia «Fractura» (ya presente en Alauda, 2015), segunda parte del poemario, y llega a la siguiente conclusión en el «Postludio»:

Lo que ha hecho el neoliberalismo y el capitalismo sobre lxs sujetxs de la sociedad representada tiene relación directa con la anulación de la capacidad reflexiva, por lo tanto la prioridad es lo inmediato, lo instantáneo, contribuyendo a sostener el discurso político del asistencialismo y la premura por resolver situaciones que, si bien pueden sobrellevar la problemática inmediata, no instalan una política real para la resolución de los problemas (61).

Creemos que tal planteamiento es uno de los hilos conductores que une el espacio entre lo real y lo imaginado, es decir, entre Postales y Espejismos
            El primer texto de este reciente libro conecta con las (72) bolsas de té que veíamos en Sonidos errantes. Así empieza «Sonata»: «Lentamente se disipa el/ olor metálico del té:/ ha regresado un fantasma que creía olvidado» (21).
            Como María Baranda o David Huerta, entre otros, Daniela Sol dedica un poema «A los 43 de Ayotzinapa». Nos referimos a «Espacios abiertos». La poesía purga «el d(olor) de la agonía/ y del silencio» (24); se enfrenta a un mundo en el que conviven y se soportan la ternura y la incisión, la delicadeza y la brutalidad, la vida y la muerte.
            Si pensamos en un poema cuyo inicio sea «Me gusta», enseguida nos viene a la memoria el poema XV del joven Pablo Neruda o, en esta sociedad complaciente, imaginamos la aprobación o reafirmación de las redes sociales. En cualquier caso, la chilena lo emplea, también de forma reiterativa, para componer «Mazurka»; donde, igualmente, el mutismo es un valor invisible: «si el pasado regresa/ con hedor a risa/ demos la cara, mostremos los colores/ y quedemos en silencio» (25-26). Como todas las cosas, la tragedia se sostiene (prueba de ello serán los «versos egóticos» de «Pornorisa») con humor y amor.
            «Crisálida» está dedicado «A mi hijo Gabriel,/ el segundo (poema)» (27). Una vez más (recordemos el «Intervalo» de Sonidos errantes), el tono autobiográfico condiciona la creación; aunque, en este caso, no tenemos claro si estamos ante una postal o un espejismo. Quizá lo mejor sea la mezcla de ambas visiones.
            De nuevo pensamos en Neruda al leer «Confieso que he stalkeado[1]» (30), donde Sol describe y (re)crea un contexto digital habitado por: «tus generosos likes», «un masturbado mouse» y «fantasmas fracturados en la/ crónica agonía del mapa». Este resulta un ejemplo diáfano de herencia, tradición y renovación en la poesía mexicana contemporánea. Además, la alteridad, como recurso indispensable, se logra con «tu imprescindible máscara» (30).
            «Gran angular» está compuesto en gran medida por estrofas de tres versos. Tales cápsulas concentran la escalera que sube o baja del corazón a la mente de Daniela: «Luminosidad/ Contrastes/ Curvas en los pies» (34). Hay versos de «Impromptu» que se acercan al aforismo: «Cerrar los ojos es un acto/ político» (36). Ahora bien, Daniela, si los cierra, es para abrirlos y abrirse con más fuerza. En este sentido repite en «Pornorisa» que «la poesía social no sirve para nada» (40); para, a continuación, demostrar lo contrario: la poesía social todavía tiene mucho que decir. Los tres últimos textos de Postales y Espejismos son, tristemente, postales. La poesía desarrolla la Historia hasta explicar la intrahistoria que causa un (re)vuelo. Vemos, pues, la necrosis en el tejido de la memoria de la que nos habla Enrique de Santiago en la revista Escáner.
            «Receta de cocina» (cfr. 42-46) está compuesto por seis cantos. Cada estrofa semeja un paso de cualquier proceso culinario, pero en este caso la crueldad viene de un hecho verídico y reciente (¿cuál de los dos adjetivos sorprende más?). El sujeto poético encarna en primera persona el p®o(bl)ema. Los sentidos nos guían en la atrocidad: «tu lengua […] tus oídos de/ egoísmos y cegueras» (44). De nuevo, el tránsito es vertical:

La cocina es el refugio a mis temblores
el rincón donde canto libertades
donde le miedo se sosiega
y donde el poder habita mis pies (44-45).

Mediante los detalles de una escena conjetural, pero doméstica, y por tanto cercana a nosotros, nos identificamos con un hecho que deja de ser aislado. Daniela logra la empatía poética.
            Por su parte, «Fractura» está formado por tres actos, como si de un teatro se tratara. Es un drama en el sentido actual. La noticia de un joven ladrón humillado en la plaza pública, también cercana en el tiempo, nos recuerda prácticas y mitos clásicos:

la ciudad amarilla reproduce
cruces y símbolos del pasado
queriendo vomitar justicia
[…]
La cuidad onanista
ilegítima, inmoral y patológica
empapada de hedonismo
con(su)mismo fascismo
cierra sus labios resecos (50-51).

El conflicto origina un poema para el debate, íntimo y global. La fuerza que tiene Sol en los tonos de sus imágenes nos impacta y nos atrae por la precisión de su lenguaje y el compromiso con surrealidad hasta unir dos espacios aparentemente lejanos, como son Chile y México, en dos poemarios que se comunican y demuestran que el arte sana.
            A finales de 2015, Daniela Sol nos habló de algunas inquietudes, por lo que nuevamente le agradecemos su cariño y disposición:

¿Qué es o qué son Postales y Espejismos?
Postales y Espejismos es un poemario muy breve. Surge de la necesidad de sanar ciertas cosas. Al igual que en mi poemario anterior, que lo escribí hace dos años (Sonidos errantes), intento escribir poesía como un ejercicio de sanación o, incluso, como autoperdón. La particularidad de Postales y Espejismos es la dualidad o el juego entre los acontecimientos reales (que vendrían siendo las Postales, como una captura de la realidad) y los fantasmas que me traicionan, invento o sueño: los Espejismos. En cuanto a las Postales, siento muy marcada esta poesía que parte de hechos reales (como es el caso de la mujer que coció al marido, de los estudiantes en México). Son la visión o la denuncia que yo quiero o intento hacer de una realidad inminente. Por otro lado, los Espejismos son sueños, sensaciones o suposiciones: son fantasmas. Entonces la fantasía se enfrenta a la realidad. Postales me gustó por ese sentido de la captura de la imagen. Y me encanta la palabra Espejismos. Está ahí y desaparece, como latente.

Hay un verso que se repite: «La poesía social no sirve para nada». ¿Crees que es así? ¿La poesía social no sirve para nada?
Es una ironía. A mí me encanta el tema de la poesía social. Y precisamente está tocando un poema que es un espejismo. Trato de quejarme contra de este personaje irreal, porque es un sueño; y lo trato de situar en el contexto, precisamente, de la poesía, como si esta persona fuera un poeta. Me quejo entonces de que él solo habla de su poesía, de él, de su historia o de su alrededor; y no se fija en la otredad. Por eso, pareciera que «la poesía social no sirve para nada». La poesía social es un arma que en este momento podríamos utilizar, mucho mejor. Creo que con la poesía social podríamos salvar vidas incluso.

Muchos poemas tienen una intrahistoria. Las Postales reflejan un espacio y un tiempo concretos. ¿Crees que tales poemas se leerían de otra forma en caso de que adjuntaras una nota explicativa, como hace, por ejemplo, Mónica Nepote al final de Hechos diversos?
No, porque en el prólogo se presenta brevemente el origen de estas historias. Me interesa la sutileza para que no se desvíe la atención. Al final de «Fractura» se adjunta una reseña de Dámaso Alonso que desarrolla esta idea.

¿Qué vinculo tienes o existe en tu obra entre México y Chile?
En México pasé los años más importantes de mi vida. Marca un antes y un después en mí. Sonidos errantes lo dedico a México. Lo escribí casi todo allí. Postales y Espejismos lo hice estando aquí, en Chile. Para mí México significa aparte de una carrera académica, significa una dependencia emocional, un desapego hacia mis prejuicios, un aprendizaje tremendo. Me ha costado mucho, de hecho, regresar a Chile y volver a adaptarme; porque yo estuve en México ocho años. Entonces fue cosa (y sigue siendo) muy fuerte. Yo llevo un año y medio en Chile y, a pesar de estar en mi familia, ya me había acostumbrado a una autonomía, a estar sola, con mis amigos. Esa soledad es sana. Me ha costado tenerla aquí. Casi nunca estoy sola (se ríe). Y ha sido muy extraño. Para mí, México es aprendizaje. No sé cuándo pueda volver. Allá dejé muchas cosas: casi toda mi biblioteca… Hay un poema de Sonidos errantes que trata de eso: de haber dejado toda una vida allá.

Recientemente, Romy Bernal publicó una entrevista a la poeta en Helena Ediciones. La autora de Postales y Espejismos es un ejemplo de la estrechísima relación que existe entre México y Chile. Resulta, pues, un caso idóneo para integrar la jornada internacional «Del Río Bravo al Bío Bío: intercambios literarios, artísticos, históricos Chile/ México (Siglo XX-XXI)» que organiza la Université du Littoral Côte d´Opale (Francia) para principios de abril. Estemos atentos a Daniela Sol. En México, Chile, España..., su poesía tiene sed y sedes.



[1] Daniela Sol ofrece una nota al pie que explica dicha forma verbal y versal: «Stalkear(anglo): espiar, indagar. Dícese del ejercicio de husmear en redes sociales, en especial a las ex parejas» (2016: 30).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario