domingo, 10 de enero de 2016

Víctor Toledo

Des-varíos
Son ido

O yeso sello

Víctor Toledo

Víctor Toledo (Córdoba, Veracruz, 1957) es un poeta peculiar, original, distinto. Solo por ello −en un género y en un país tan amplio y creativo− es necesario conocerlo. Aunque su obra tiene miga para una tesis, a continuación presentaremos su libro de ensayos Des-varíos (BUAP, 2009), su poesía reunida en Voz que ve (BUAP, 2015) y su reciente Permutaciones (AMEICAH, 2015).

            Des-varíos (BUAP, 2009) cuenta con algunos estudios que Víctor Toledo publicó en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, donde actualmente también ejerce como profesor e investigador. Tras estudiar en la UNAM y doctorarse en la Universidad Lomonósov de Moscú ha trabajado y traducido a poetas como Osip Mandelshtam[1] (en La Piedra en la historia) −proyecto que presentó en la Casa-Museo León Trotsky hace unos meses−), el universal Mayakovski o Mijaíl Bulgákov (protagonista de la obra de teatro Cartas de amor a Stalin que Juan Mayorga y Guillermo Heras escenificaron en México durante 2015).
De izq. a dcha.: Verónica Volkow, Nadia Borislova y Víctor Toledo
en la Casa-Museo León Trotsky hablando de Osip Mandelshtam 
            Precisamente al hablar de Bulgákov, Toledo destaca las «fábulas, cuentos, narraciones o leyendas» que provienen «del más auténtico folclor eslavo pasando por el tamiz genial de uno de los más grandes escritores», pues: «toda obra maestra presenta esta simbiosis» (7). Esta máxima se cumple en la poesía del mexicano. Ahora bien, dicho recurso −esta vuelta de tuerca que disfrutamos en algo (aparentemente fijo) como son las palabras− tan bien lo emplea en el ensayo; describiendo, por ejemplo, a Pável Ivánovich Chíchikov como un «agrio agrimensor» (11) o el Dikanka como «danzar la danza del zar» (12). La de Víctor Toledo es más que una poética, es una forma de pensar, de vivir. Al principio puede parecer algo particular, un juego únicamente; pero al leerlo y escucharlo advertimos una cosmovisión terrestre que conforma un todo.
            Uno de los rasgos que más llama la atención de Toledo es el lingüístico. El mexicano es capaz de contar una historia a partir de un lenguaje mítico con el que, al coincidir en el oído, vislumbramos la sombra asombrosa. Tengamos en cuenta que «El poeta siempre dice la verdad aunque esté vestida con el traje de la mentira o de la exageración» (33). Este ritmo acompasa la realidad, lo presente y lo pasado, lo cercano y lo alejado. Al hablar de Lezama Lima (muy estudiado en la BUAP), Toledo concluye con un pensamiento que explica su poesía: «El en-cantamiento musical órfico es la misma redención del alma» (55). Esta fragmentación léxica e invención semántica permite la plurisignificación como esencia del título mismo (Des-varíos) y de su gran sinestesia, de la que hablaremos a continuación, Sin este sí A.
Voz que ve
            Voz que ve (BUAP, 2015) es el libro indispensable para disfrutar de la poesía de Víctor Toledo. Aquí podemos encontrar su recuento: desde Poemas del Didxazá (U. Veracruzana, 1985) –obra publicada dos años después de recibir el Premio Nacional de Poesía Joven del INBA−, La zorra azul (El ala del tigre, UNAM, 1996), Del mínimo infinito (IVEC, 1998), Retrato de familia con algunas hojas (CONACULTA, 1999), a los textos-objeto de «Ver de Mar de Ver» (musicalizado por Helio Huesca) o «Rosagramas», ambos trabajos de Manuel Contreras, heterónimo o álter ego del poeta (cuyo nombre completo es Víctor Manuel Contreras Toledo: entendemos de este modo que el centro es el eje o bisagra de tal desdoble, la parte rosada del rojo, si imitamos sus poemas en (p)rosa), pues la brevedad, la paronomasia, el tema mítico…; es decir, su estilo, su voz… son la misma, es única.
            Si leemos en voz alta estos poemas, breves en su mayoría, acabamos viendo neologismos, mitos, paronomasias, juegos verbales, haikus, caligramas o palíndromos como premonición de las Permutaciones que comentaremos en último lugar. Veamos algunos de estos rasgos en la Voz que ve Víctor Manuel Contreras Toledo.
            Los neologismos juegan con el lenguaje y el paisaje. Heredero de Altazor, Toledo nos embelesa con su «algazul» y su «agavanzo» (36). El objeto versal abre y cierra el vi®aje en el vuelo circular de un «colibúmerang» (94). El verbo y el sustantivo forman una circunferencia luminosa y brillante: «Solríe» (112). La «h» es la menos muda de las bocales: «encant(h)ada» (165); y la letra primera no forma al azar la «cAbAñA» (171). ¿Nos metemos?
            Los mitos asientan el contexto de tales fábulas fabulosas. Las notas a pie de página explican el mensaje que desvela y devela al poeta, haciendo dialogar distintas épocas y costumbres. La tradición es un conjunto de islas. Dichos istmos se aprecian al (r€)crearlos. Por ejemplo, «Mudubina y Stagabeñe» (22) (en)canta la leyenda zapoteca en flor y canto. Los ismos de la vanguardia navegan toda_vía en ese «Espejo burlón» que:

Es pez ismo
                                     sin istmo
                                                     cinismo
                                                                                    espejismo (100)

Lila Downs también rompe en Balas y chocolate (2015) esa urna de cristal que resulta el «pendejismo» en su canción homónima.
            Sus paronomasias siempre te sorprenden. Te hacen preguntarte cómo es posible dominar el lenguaje y la poesía de tal forma. Tal cuestionamiento se desborda ya al tratar lo histórico: «eslavos eslabones y esclavas del color/ las levas en las naves que se elevan» (51). Muchos de los sonidos solo se advierten con el seseo (letra y son ido que fluye y zigzaguea a su ant-ojo): «zalamera salamandra» (72). La poesía de Toledo merece varias lecturas para apreciar «los ícaros del Ser, los aros del cero, los iris de acero» (78). Este recurso es el más habitual, pero siempre preciso, sin agotar la gracia y la sorpresa que causan su conexión con el tema o la forma del poema que se escucha y se ve. Al sangrar los versos, vemos el desorden que ocasionan sus semas:

turbia turbina
                                                     torvo torbellino
                                                                                                    traslúcidos (116).
           
            Los juegos verbales −que ya hemos ido a(pun)tando− rozan lo metapoético: «La l es líquida la doble l: llueve/ La L es ala la doble L: ave» (106); conectan los inicios con los finales, cual palíndromo que permuta prematuro: «Oíd:   Soy Dios:/ Dí O» (107). O. Una raya diagonal es una ola que quiebra el verso: «Nada/ndo en el oleaje» (133). Si disfrutan con estos mecanismos, les recomiendo el que es (aunque el más largo), en mi opinión, su mejor poema: «Recado de Oberón a Puck para un encantamiento» (149-154); pues explica de forma plástica el instante poético que veíamos en este mismo blog con Gabriela Turner Saad. Y es que Toledo es capaz de concentrar la herencia de las musas en extinción. La voz que madura de Villaurrutia es Dios:

A la voz que nos Dio
Alabos que dio
Ala bosque Dios (175).

            Estos haikus de Tablada o Paz enriquecen la poesía mexicana, ampliando «La vergonzosa»: «Diminuta Criptógama filicínea que cierra sus hojas cuando la tocan, devora pequeños insectos» (213).
            La disposición del texto en forma de rosa, bilingüe y cromática hace de la edición otro arte aPArte.
           
           
Rosagrama de Toledo donde, a manera de Huidobro, se logra lo que se dice:
«Por qué cantáis la rosa. oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema...» (227) 

            Finalmente, Voz que ve es la semilla del último libro de Víctor Toledo o Manuel Contreras. Prueba de ello es el palíndromo de «Titania dormida (Serendipity)»: «Sanas, “yo soy Eva y ave”, sanaS» (160). Tal conexión reúne, una vez más, el didzhazá inicial en «Máscaras de la moriviví» (214).
Permutaciones
            Permutaciones (AMEICAH, 2015) es parte de la Academia Mexicana para la Educación e Investigación en Ciencias, Artes y Humanidades. Acaba de salir del horno, tal como reza en el colofón (una estupenda costumbre que aún vive en las publicaciones mexicanas). Ahí, en las últimas palabras del libro, se explica (a modo de epitafio naciente) la fecha en la que se terminó de imprimir (el 19 de septiembre de 2015, en el treinta aniversario –qué mal que usemos una palabra tan bonita para las tragedias− del temblor que azotó al país; casualmente estas alteridades de Toledo provocan eso mismo: un sismo de miasmas mismas al siamés mesías). Siguiendo «esta edición [que] consta de 200 ejemplares» se recuerda que tal día murió Italo Calvino. ¡Qué coincidencias tiene la poesía!, la Kábala del lenguaje: igualmente, hoy, 10 de enero, nació Vicente Huidobro, el creador del creacionismo y referente y herencia de la tradición renovada del México mágico que hace cantar Víctor en sus rosagramas. En Chile, precisamente (también se cumple hoy la muerte de la Nobel Gabriela Mistral) recibió Toledo la Medalla de Honor Presidencial del Gobierno de Chile Pablo Neruda.
            Tratando de frenar esta euforia concéntrica que nos provoca el poeta (si publicara poesía intentaría que se pareciera a la suya), trataremos de elegir algunos datos y fragmentos que nos llevan a de(du)cir por qué es peculiar, original y distinto.
            Francisco Ramírez Santacruz prologa la obra de Toledo del siguiente modo: «parte de la poética cabalística, gemátrica y torácica, así los brillantes poemas palindrómicos […] parten del Vacío creador, del Vacío originador del mundo, del Sonido del Origen. La imagen del sonido es el sonido de la Imagen» (7). Y es que, «a fin de cuentas el universo es un solo verso como lo expresó hace años ya Víctor Toledo» (7), «Las letras son estrellas, son semillas» (8). Iliana Godoy, por su parte, vincula a Toledo con Borges en su reseña «Espiral que se bifurca», publicada hace unas semanas en Siempre!
            El palíndromo y la intertextualidad poetizan obras de Murakami o «José-Sara-Mago» (13), estableciendo un diá/logo (13) que te sugiere la causa de un divorcio, pongamos por caso, al final del naufragio: «Mar, María, marido, mar ido» (13). El poeta se encuentra «Solo en la llama» (22): las palabras tienen la historia que ahora, mediante la poesía, reconocemos.
            El premio Nobel mexicano (¡ojalá pronto deje de servir esta expresión!) vuela y predica en «Vislumbres de la India»: «Ala y amar: Rama y Alá» (30)
            Me gustaría terminar con el primer poema que leí de Víctor Toledo: «HAdonis» (33-35). No transcribiéndolo ni comentándolo, simplemente reiterando que la poesía mexicana gana mucho con Toledo.


             Igual que Adriana Tafoya, de quien hablábamos en la entrada anterior de este blog, Víctor Toledo es poeta y se desvive por la poesía; arte que poseía, posee y poseería: pues sí A.

            Recientemente, Gabriela Turner publicó en Siempre! su estudio sobre la profundidad marina del autor de Ver de mar de ver.

Esta nota apareció en la revista La Otra en marzo de 2016.



[1] En Des-varíos Toledo destaca lo que Axmátova dice de Mandelshtam: «fue uno de los primeros en escribir versos con temas de valor civil. La revolución era para él un gran acontecimiento y la palabra pueblo no por casualidad figura en sus versos» (16).

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