domingo, 10 de septiembre de 2017

Alejandro Tarrab

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dentro
en la gravedad con que se mira.
Alejandro Tarrab

Alejandro Tarrab (Ciudad de México, 1972) es un poeta fundamental para entender el tema del suicidio que tanto trata Vicente Quirarte. Dos generaciones después (si aún se puede usar este término cronológico), el mexicano se adentra desde el poema-ensayo en el dolor del conflicto. Así lo veremos en los libros que ofrece el Archivo de Poesía Mexa: Litane (Bonobos / Conaculta, [2006] 2009); Degenerativa (Bonobos, 2010); Caída del búfalo sin nombre. Ensayo sobre el suicidio (Edición del autor, 2015 ; Malpaís / Mantarraya, 2017) y Maremágnum (Stomias-Boa, 2016).
            En los habituales circuitos de poesía mexicana encontramos parte de la obra de Tarrab. Destaca en las revistas El Humo, Transtierros, Vallejo & Company, Big Sur o Letras Libres. En una entrevista de Luis Eduardo García explica, entre otras cosas, cómo la escritura sana el dolor: «Ahí escribí la carta de suicidio de mi abuela, porque imaginé que hacía falta. Me hacía falta. Imaginar todo aquello me enfermó, pero a la vez, al escribirlo, pude vivirlo y entenderlo de una forma distinta. Ése sería para mí el caso extremo de “desgarramiento”. Aun así, no podría vivir sin la escritura».
            Litane ([2006] 2009) es la tercera edición, definitiva, de un libro que vio la luz años antes en Cuadrado Negro (2006) y Zignos (2007). Esta variación o evolución muestra su proceso de escritura. Seis son las partes en las que se divide Litane: «doxas», «travestidas», «transfectos», «intervenir este diálogo destruido», «doxas. regeneración artificial de una secuencia» y «marginales». Ahora bien, el hilo conductor conforma la unidad que exterioriza el dolor ante la pérdida familiar. El poeta es capaz de comunicarse con el otro de manera racional. Algunas fotografías de Antoine D’Agata ilustran la sucesión de cavilaciones. Paloma Mora ofrece su reseña al respecto en México Kafkiano. Y lo hace reconociendo que no le gustó pero que encontró mecanismos, propuestas y, sobre todo, un ritmo muy particulares en la poesía actual: «La acumulación de palabras no es arbitraria, no es ruptura de la forma carente de sentido. [C]ada conocimiento agrega algo a la reconstrucción de un mundo que en algún punto fue destruido». Es, pues, un sacrificio agradable a la divinidad de la tierra que nos aguanta. La poesía de las últimas décadas se inclina con frecuencia por presentar armatostes silábicos en forma de prosas que desencriptar, tal como lo veíamos con Higashi en su libro PM / XXI / 360 º. Ya es habitual que al final de libro vengan las referencias que explícita o implícitamente conforman el collage, aunque «No todas las cursivas son citas» (151). Esta complejidad textual (que no dificultad) se afianzará y desarrollará en sus posteriores poemarios, con especial valía en Degenerativa.
            Degenerativa (2010) fue Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 2009. El penúltimo poemario, curiosamente, comienza con un exergo de Owen: «No me sueltes los ojos astillados» (150). Se compone de cinco partes: «Primeras variaciones», «Fracciones», «Donde comienza el libro de los pasajes, secuencia, trozo entre los sitios», «Meditaciones sobre el cuerpo de la obra» y «Degenerativa»; cuyos títulos ya nos orientan en la deconstrucción del lirismo tan íntimo como exacerbado. De nuevo, el poeta se retrotrae a los orígenes de su vida y de su obra, además de seguir preocupándose por los mecanismos constructores de la nueva poesía. Daniel Bencomo ofrece una rica lectura a propósito de tal obra en la revista Crítica: «Degenerativa se ofrece como una urbe que hay que recorrer no ya como un flâneur, sino como un homeless que al mirar disloca y tergiversa multiplicidades discursivas: míticas, intelectuales, técnicas». Como Mora, Bencomo le pone el sambenito de poeta difícil. No creo que continúe la complejidad del neobarroco Deniz, sino que construye un artefacto verbal sólido desde dentro. Asimismo, Tarrab relee y reinterpreta la forma de coger o tomar el espacio urbano. Ofrece textos sobre la ciudad de Benjamin, Bernhard y Rathenau y a continuación los resemantiza, actualizas sus ideas con la forma y el tema del siglo XXI: la desolación distópica. «[...] Puedo decir, sí, que estoy lejos de lo conocido, que no tengo una actividad particular o que mi actividad son estos fragmentos, / estas caminatas cristalizadas» (63). El sujeto poético se desdobla en la autobiografía fragmentada por el inventario abstracto de una enfermedad que heredamos o nos legan. Las horas que encabezan algunas de las estrofas finales de «Donde comienza el libro de los pasajes, secuencia, trozo entre los sitios» recuerdan a la temporalidad de escritura que veíamos con Rocío Cerón o Mara Pastor. El poema que dedica al suicidio de su abuela mantiene la crónica del sufrimiento sereno y conjetural que logra Quirarte en «Razones del samurai» o «Zarabanda con perros amarillos» por su padre y por su hermano, respectivamente.
            Caída del búfalo sin nombre. Ensayo sobre el suicidio (2015) es una serie de prosas extensas e intensas sobre el sufrimiento de quien pierde a un familiar suicida. En este caso, el poeta ensaya una comprensión del suicidio de su abuela, cuarenta años después de que ocurriera. De ello habla con Fernando Fernández en el programa de radio «A pie de página», donde se hace hincapié en las emociones que repele el poema-ensayo de Tarrab; de la misma manera que Isabel Zapata lo reseña con su peculiar estilo en La Hoja de Arena. Hay siete partes en el libro: «Ordenamiento», «Maldición», «Superstición», «Genuflexión», «Dolora (un retrato)», «Paleografía con fuego» y «Caída del búfalo sin nombre». Así dice uno de los primeros recuerdos de vivir la muerte:

Desde una de estas cajas vi pasar la vida y deseé, como cualquier otro niño, la muerte: la muerte inocente para mis padres y para mis hermanos, la muerte para mis conocidos y enemigos; transeúntes de pasos cortos avanzando por estrechas avenidas. Todo desde el dominio de mi ventana.
                Desde esta caja de la calle Xola, puesto de observación, viví la muerte de mis dos abuelos maternos. [...] (10)

Caer en la cuenta de la ausencia es un descenso al cielo: «La caída está  irremediablemente asociada con el suicidio. Los dos, suicidio y caída, son los actos más extremos de libertad y evanescencia» (90). Sobre este tema el poeta publicó recientemente Ensayos malogrados: resabios sobre la muerte voluntaria (Cuadrivio, 2016), textos que según el autor se fueron desprendiendo de la Caída del búfalo sin nombre. 
           Los comportamientos que rodean al suicidio en las distintas culturas a lo largo de la historia y la intrahistoria personal del poeta que empatiza nos enseñan las posibilidades que tiene la escritura del dolor en una poemario que bebe del ensayo, la narrativa y, en menor medida, hasta del teatro por la máscara reflexiva, el diálogo actuante y la puesta en escena, cuya plasticidad crece con las fotografías que de nuevo acompañan los textos más ágiles y tradicionalmente menos líricos que en libros anteriores. Estamos, pues, ante lo que podría ser un ensayo de poemas. Sobre este libro diserta Robert Rincón en «La polifonía del suicidio». En un primer momento, Tarrab publicó dichos textos en su blog. Fue puliéndolos tras los comentarios de quienes lo leían y ahora las editoriales Malpaís y Mantarraya lo acaban de publicar. Sin duda es uno de los libros a tener en cuenta en la poesía mexicana contemporánea.
            Maremágnum. Figuras de dos cabezas: 3 (2016) es otra entrega de la profundidad literaria que expone el poeta a través del desarrollo de variaciones, relecturas, reflexiones o verbalización del sumidero que hormiguea del vientre al cerebro pasando por la boca. Seis divisiones: «Tengo en la boca un nombre», «Figura de dos cabezas», «Figura de dos cabezas. Ciclo Akan Fante», «Maremágnum», «Variaciones impeorables» y «Versos ocultos y versiones para la radio». Existe cierta continuidad entre los poemarios del mexicano, ya que ahora retoma la imagen del abismo marino al que nos sumía su anterior ensayo sobre el suicidio. Este rito de paso que es el descenso nos trae versos prístinos en forma de prosa helicoidal. Los fragmentos de otros autores dan pie a lo que se desarrolla en cada obra. El autor nos hace pensar de este modo en que el proceso de su escritura comienza con la motivación que le despiertan sus lecturas. Así leemos «A un pasaje de Pascal Quignard»: «EL SILENCIO ES UNA SUERTE DE ESTRÉPITO ENSORDECEDOR» (5). Y a continuación, se ofrece un poema, «Lo que te digo se deshace en el aire», que termina con un enlace al audio que acompaña y complementa la lectura amplificadora. El texto del soporte tradicional se compagina con imágenes de Hans G. Helms (John Cage Birdcage, 1972); Hamlet Hovsepian (Head, 1975), y Su Friedrich (Scar Tissue, 1979). Música de Matson Jones y William Basinski. Este recurso se repite en otros poemas. Son textos que llevan detrás un enorme trabajo para sostener y explicar esa «abundancia, grandeza y confusión» de la poesía actual en México. Aunque priman las cajas de texto que ocupan la página casi por completo, hay frases lapidarias que llenan el vacío o el silencio blanco:

ALETEOS SOBRE LAS FACHADAS

Como la geomancia, las paredes blancas son una invitación al crimen (58).

En la segunda parte de Maremágnum, la parte que da nombre al libro concentra el discurso en la brevedad del aforismo y el haiku. La palabra pule.
            En definitiva, los de Tarrab son poemarios alejados de convencionalismos por los temas carentes de tópicos o lugares comunes y por las formas de edición y publicación más allá de los proyectos de sesenta páginas de las cuales treinta están en blanco. Ahora bien, la densidad de la obra y la referencialidad (donde priman, me parece, Wittgenstein y Benjamin), en contra de lo que se pudiera pensar, es sugestiva, atractiva y magistral, no por sus altos vuelos, sino por la enseñanza y los valores líricos que se desprenden de su lectura. Siempre en voz alta. Siempre con variaciones.


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