domingo, 19 de noviembre de 2017

Jehú Coronado

Existen enfermos, no enfermedades
Jehú Coronado

Imagen de La Jornada Aguascalientes
Jehú Coronado (Monterrey, Nuevo León, 1987) aparece en el Archivo de Poesía Mexa con un poemario, Sangre (Conaculta, 2015). A continuación destacamos algunas notas al respecto para reivindicar a un poeta que apunta y sigue un buen camino para la lírica mexicana. Coronado aparece en algunas muestras poéticas de la red. Una manera de complementar la lectura de Sangre es acercarse a Transtierros o a la antología Poetas Siglo XXI.

            Sangre (2015) recibió el Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos 2014. El jurado estuvo integrado por Jorge Esquinca, Eduardo Hurtado y Jorge Humberto Chávez. Como si de un tratado médico se tratara, ocho partes estructuran la serie de poemas más o menos largos (si los comparamos con la tónica de la poesía mexicana reciente) en torno a la herida que en la sociedad el ser humano abre con su existencia: «Definición», «Diagnóstico anterior: síndrome de furia», «Bases y procedimientos», «Diagnóstico anterior: Savant», «Motivos de consulta», «Autodiagnóstico: mal aire», «Filosofía del paciente» y «Diagnóstico final: enfermedad de la sangre».
            Imaginemos que nos damos un balazo en la sien y caemos en el piso. Nos abrimos la cabeza y la sangre inunda la cocina. Con las manchas de grasa se forma un mapa, un lenguaje. Después de un rato nos recuperamos y limpiamos antes de que se seque. Lo que queda, después, es la escritura, nos parece, de Jehú Coronado. Esta poética estructura el libro, cuyo epígrafe inicial es de Agustín Fernández Mallo y sirve de leitmotiv: «Todo está escrito y lo que llamas escribir / es ir quitándole palabras». El poeta sobrevive y nos esculpe, nos escupe, hasta dejarnos sin nada que no valga la pena ni el dolor.
Pág. 25

Pág. 32

            Cada poema del regiomontano viene precedido de una breve introducción en cursiva: una presentación de lo que ocurre si tomas la cápsula que empieza en la siguiente página, a la manera de un prospecto. Luego las palabras fluyen, sin puntuación, en minúsculas. Como es habitual, los significados discurren con una, sin embargo, peculiar claridad. ¿Es esta otra manera de lo coloquial o lo conversacional? Así dice, por ejemplo, el poema «Autotstopsia»:

o lo que fuera mi vida se convirtió en un paso a desnivel
y no lo vimos porque estaba demasiado y cerca
siete dioptrías de distancia
o me hice creer que tú o lo que sea que cuente mi vida
herido alce a mitad de una carretera en la nevada terrible
decidimos y dejar el cuerpo
o lo que fuera el cuerpo que nuestra vida tomaba por suyo
quizá debimos detener mira la sangre y hacerla circular
en sentido contrario
para destapar los pozos llenos o de rabia
ver si había algo moribundo y valioso en cualquier
protector de pantalla
o lo que fuera que nos sacara una sonrisa
dejara y hacernos de llorar
o si yo estaba demoliendo y columnas mientras dormíamos
juntos mis amigos dejaron
esa columna de pie o era que yo estaba distraído mirando
el teléfono
porque no era el teléfono sino la necesidad de hacerme
adicto (51).

Las posibilidades del lenguaje se abren a las imágenes que caben en un mensaje de 140 o 280 caracteres, en una filosofía encerrada en líneas diagonales o en los esquemas-algoritmos que nos gobiernan. Coronado narra la enfermedad del siglo xxi. Está en la sangre: racismo, sobrepeso, miedo. La poesía no es ninguna protección. Finalmente, el tema del suicidio desde una perspectiva digital pero carnal nos hace pensar en el autor de Sangre como uno de los poetas de México a los que tener en cuenta.



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